jueves, 17 de abril de 2014

El sistema subterráneo Cueto-Coventosa

Iñaki Miró, blog de montaña y literatura.
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El sistema subterráneo
Cueto-Coventosa, Alto Asón


La comarca del Alto Asón (en la que incluyo el valle del río Asón y los valles que recorren sus principales afluentes: Bustablado, Gándara y Carranza, en las provincias de Cantabria y Bizkaia, Cordillera Cantábrica)  está formada por un conglomerado de macizos montañosos de roca calcárea donde se da, en su conjunto, la que probablemente sea una de las redes subterráneas más bella y extensa del mundo. En estas montañas podemos encontrar, en la actualidad, más de 500 km de galerías horizontales exploradas, repartidas entre los sistemas subterráneos del Mortillano, la Gándara, el Alto del Tejuelo, el Río Silencio y otras muchas cavidades de menor dimensión, varios kilómetros de pozos verticales entre los que destacan los casi 600 m de la sima del Cueto, los 400 m de la sima de Garma Ciega y los impresionantes pozos de más de 200 m de profundidad del Coto Txomin o Jornos, y algunas de las salas subterráneas  más grandes del mundo, como la de la Torca del Carlista.  


El valle principal de este conjunto de montañas es el de Ruesga (en la imagen), por el que discurre el río Asón, entre las poblaciones de Arredondo y Ramales. Y de todo este conjunto de montañas las más importantes son las que protegen este valle por el sur. A la izquierda de la imagen vemos el pico San Vicente, de 913 m de altitud: en la misma cresta, a la derecha, el pico Mortillano, de 1.441 m. Y al otro lado del valle formado por el río encontramos, en primer lugar, el pico Lavalle, de 1.035 m de altitud, que destaca poco dentro del conjunto de cumbres que forman el macizo de Porracolina, cuya cumbre principal se eleva hasta los 1.414 m de altitud. En el interior de estas montañas encontramos algunos de los sistemas subterráneos de los que hemos hablado anteriormente.


El río Asón, principal artífice de la orografía de estos valles, nace en la cascada de Cailagua, un impresionante salto vertical de más de 60 m de altura por el que, en época de lluvias, se precipita un gran caudal de agua.



Como podemos ver en esta imagen de la cascada sacada desde el collado de Asón, el perfil del valle tiene la forma perfecta de una U que nos indica claramente su primitivo origen glaciar.


Al final del valle, donde el río Asón se abre al valle de Ruesga, encontramos sobre su orilla izquierda el macizo montañoso conocido como Peña Lavalle. En su interior se encuentran dos de los sistemas subterráneos más importantes y conocidos de la zona, como son el formado por la sima de Cueto y la cueva de Coventosa- más de 35 km de desarrollo horizontal y 800 m de profundidad- y la sima de Tonio y la cueva Cañuela (o Cayuela)- con cerca de 10 km de desarrollo y casi 500 m de profundidad. En la imagen podemos ver las aldeas de Asón, bajo la Peña Lavalle, y Socueva, en el centro de la fotografía.



En esta topografía del Speleo-Club de Dijon, Francia, podemos ver un corte parcial de todo el sistema subterráneo y las dimensiones que ocupa en el interior de la peña Lavalle.


El karst de peña Lavalle es extenso y caótico aunque no tan complejo como su vecino del otro lado del valle, el karst del Mortillano.


La salida inferior del sistema subterráneo, es decir, la cueva de Coventosa, la he visitado en muchas ocasiones con diferentes compañeros, pero la travesía completa, entrando por la boca de la sima del Cueto y saliendo por la de Coventosa, sólo en un par de ocasiones, la última hace dos años. Las fotos que vamos a ver ahora son de este segundo descenso. En la imagen, y rodeado por un círculo rojo, está situada la entrada que da acceso al famoso pozo Juhué, el primero de la sima de Cueto. Está situado en la ladera de una dolina en el flanco sur de la peña Mosquitero, cercana a la peña Lavalle.


La boca de la sima comienza en una entrada pequeña a la que hay que acceder agachados, y que da acceso a una corta galería al final de la cual encontramos este impresionante abismo de 300 m de profundidad.


Colgado de la cuerda en la cabecera del pozo. Bajo mis pies se abren los 300 m de uno de los pozos verticales más impresionantes que he visto jamás.
Quiero decir es que no pensaba realizar este reportaje porque las pocas fotos que tengo son de bastante mala calidad, al estar sacadas con una cámara compacta no adecuada para las cavidades. Pero me he decidido a colgar algunas en el blog aprovechando que iba a hacer un reportaje con las fotos que sacó mi amigo Alfonso Ruiz en nuestra última visita a Coventosa.


Pero volviendo a la última travesía completa del sistema, elegimos un mal día. Esa noche había llovido en abundancia y por el pozo, según íbamos poco a poco descendiendo, afluían las aguas de escorrentía de mil y una pequeñas grietas por lo que, a unos 200 m de profundidad, ya bajábamos en medio de una importante lluvia para la que no estábamos preparados.


El pozo Juhué está preparado para descenderlo en rápel a doble cuerda, en tiradas de aproximadamente 50 m de media. Las reuniones están equipadas con parabolts inoxidables, lo que nos da una gran seguridad.


El descenso fue duro. En algunos puntos bajábamos bajo una importante cascada en la que el agua, además, estaba bastante fría.


Una vez terminado el descenso principal, el del pozo Juhué (denominado así en honor de Gérard Juhué, el primer espeleólogo que se asomó al pozo en 1966, acompañado por los pastores de Buzulucueva. Dos años más tarde tendría el honor de ser el primer ser humano en descender el pozo que lleva su nombre), nos internamos en los siguientes pozos- más pequeños- que nos van a dejar en las galerías horizontales.








Como podéis ver en el plano adjunto, los pozos inferiores, aunque menores, siguen siendo simas importantes que descienden también casi otros 300 m de sima, por lo que, en total, la sima de Cueto tiene una profundidad de 581 m hasta la base de la gran galería Juhué.


Según vamos alcanzando profundidad los aportes de agua a la sima de Cueto van aumentando, por lo que en los pozos inferiores vamos descendiendo, la mayor parte del tiempo, bajo una intensa cascada que nos ha calado hasta los huesos.


Y por fin, después de varias horas de descenso, llegamos a la base de la gran galería Juhué, donde, con las ropas chorreando agua, podemos quitarnos algunos aparatos y prepararnos para la larga travesía que teníamos por delante.


Otro de los problemas que tuvimos fue el de la iluminación. Al ser sólo dos espeleólogos y llevar frontales de poca potencia, la luz que emitíamos era muy escasa para unas galerías que son de grandes dimensiones, tapizadas de bloques como casas. Con tan poca luz de nada servían los planos que llevábamos, y nos perdimos en varias ocasiones, pérdidas que nos hicieron estar en la cavidad varias horas de más.


Pero bueno, poco a poco fuimos progresando y llegamos por fin a la Red Intermedia, que empieza en el pozo de la Navidad, en la imagen.


En la Red Intermedia ya íbamos más tranquilos, aunque en esta red de galerías también encontramos zonas algo caóticas y conflictivas. En realidad hay una gran red de pequeñas galerías que se entrecruzan continuamente, y como hay rastros de exploración por todas partes la confusión está servida. Hay algunos pasamanos desfondados, pasos estrechos y pequeños pozos, todo ello adornado por afloraciones de yeso de gran belleza.


A esta altura ya íbamos cansados. El frío, después de estar varias horas mojados en los pozos, había hecho mella en nosotros, y el habernos perdido en las grandes galerías durante varias horas terminaron por rematar la faena. Así que, antes de llegar al Agujero Soplador, nos acurrucamos en un rincón, nos tapamos con las mantas de aluminio que llevábamos y nos echamos a dormir, aunque con mucho frío.


Pero a la mañana siguiente, más descansados, atravesamos el Agujero Soplador (la conexión con la red inferior) y llegamos por fin a las galerías inferiores, donde encontramos el río de Coventosa.


Antes de llegar al río se atraviesan zonas de gours y la primera marmita, un lago de medianas dimensiones que se atraviesa por una tirolina o por este pasamanos. Las instalaciones son viejas y las cuerdas (como podemos ver en la imagen) tienen más flores que un jardín en primavera.
A partir de aquí ya no sacamos más fotos. Cuando llegamos al primero de los tres lagos, nos pusimos los trajes de neopreno, inflamos unos flotadores que llevábamos y al agua. Sólo resta decir que, había tanta agua que no encontramos los lagos, toda la galería del río era un inmenso lago inundado de varios kilómetros de longitud que tuvimos que recorrer nadando, sin hacer pie. Cuando salimos al final por la boca de la cueva de Coventosa llevábamos 27 horas en el interior de este fantástico y agotador sistema subterráneo.

Y aquí, cuando llegamos a la red inferior de la cueva de Coventosa, es cuando aprovecho para publicar las fotos de Alfonso Ruiz Pérez, mezcladas con algunas de las mías y de otros compañeros. Enseguida os vais a dar cuenta de cuáles son las fotos buenas y quién es su autor.


El pasado 15 de marzo nos juntamos cinco amigos en el refugio de Rocío en Ramales. De derecha a izquierda: Joserra, Manuel, Alfonso, Sonia y yo. Somos un grupo de lo más cosmopolita, venimos desde Barcelona, Madrid, Santander y Valencia. ¡Y esta vez tenemos permiso oficial, no somos ocupas!

El sábado por la mañana, después de un buen desayuno, preparamos los trastos y nos dirigimos a la aldea de Asón, punto de partida para acceder a la cueva de Coventosa.


Aquí dejamos los coches y nos ponemos la ropa de faena. Ha salido un día estupendo.


Parece mentira tanta limpieza y orden en un sufrido cuevero pero... Sonia es así.


Joserra quería esta foto para mostrar al mundo que "por fin había estado aquí".


El recorrido es evidente. Tomamos el sendero que une las aldeas de Asón y Socueva, y en unos diez minutos caminando llegamos a la boca de Coventosa, que se abre un poco por encima del camino.



Una vez en la cueva nos dirigimos hasta el río, y como en el camino se dan algunas situaciones muy fotogénicas, aprovecho el pasamanos de cable para fotografiar a mis amigos. En la imagen la valiente Sonia.



José Ramón que no nos enseña la cara, por qué será...


Y Alfonso, que como buen fotógrafo sabe lo que es mostrar un buen perfil.


Y Manuel, que decidió esperarnos allí. Opina que el pasamanos de cable es el límite al que llega todo hombre sensato de taitantos años. Y razón no le falta.


Y aquí, en los gours del río de Coventosa, es donde Alfonso puede explayarse con todo su arte.


Bajamos al río para hacer una foto de la última curva. Hasta aquí llegué nadando en la travesía de hace dos años, lógicamente el nivel del agua estaba por lo menos dos metros por encima del que se ve en la imagen.


Después de descansar mientras comíamos algo, nos fuimos de vuelta hasta la sala de los Fantasmas, donde seguimos fotografiando.


Éste es un lugar extraordinario donde la Naturaleza nos muestra toda la belleza que es capaz de crear.


Ésta es una foto que quería tener: Manuel y yo en los Fantasmas, dos generaciones de cueveros compartiendo con ilusión la misma actividad.


Y ésta, con permiso del maestro, es una ampliación de la imagen anterior.


Esta gigantesca sala tiene rincones donde las formaciones se prodigan con formas de lo más caprichosas.


Esta foto creo que me la hizo Manuel, que también llevaba una cámara.


Y el maestro nos hizo una foto de grupo rodeados de "fantasmas".


Yo también, aprovechando la luz indirecta de sus flases, conseguí hacer alguna foto interesante.


Como ésta, con un curioso golpe de luz en la parte alta de la estalagmita.


Manuel quería esta foto con su amigo el "fantasma" de Coventosa.



Vayamos a donde vayamos, en cualquier rincón de este inmenso vaciado subterráneo, no nos cansamos de posar en lugares extraordinarios.


Incluso en los rincones donde el techo es más bajo.


El final de esta joya de la naturaleza subterránea.


Viendo tanta maravilla Joserra está un poco... flipado.


Después de los fantasmas estuvimos recorriendo las galerías cercanas a la entrada, y dimos con esta "joya".


Por la noche, en el refugio, Rocío nos dio una buena cena y pudimos descansar comentando la actividad.


Y a la mañana siguiente, para rematar el fin de semana, volvimos a la misma zona de la peña Lavalle. Queríamos buscar la cueva del Escalón, que ninguno de los cinco conocíamos.


Y buscando buscando encontramos esta pequeña boca al borde del camino que decidimos explorar.


Y... oh maravilla, es una cueva pequeña, pero encontramos en en ella un lugar mágico.


Una ventana natural en el techo de una sala que dejaba pasar los rayos del sol.


Ninguno nos resistimos a quedar inmortalizados en un lugar tan especial, así que hubo fotos para todos.


Aquí se nota la firma del maestro.


Y por fin acabamos dando con la boca de la cueva del Escalón, la que queríamos visitar.


Que por fuera no es muy grande, pero por dentro... uf, enseguida se convierte en una galería descendente de grandes dimensiones.


No estuvimos dentro mucho tiempo y apenas tuvimos tiempo de recorrerla. Después de comer teníamos que volver a casa y a todos nos esperaba un largo viaje.


Pero es una cavidad impresionante a la que algún día volveremos, eso seguro.