miércoles, 5 de febrero de 2014

El glaciar de Monte Perdido

El Monte Perdido



Para la realización de este reportaje he utilizado algunas fotos mías y otras que he sacado de Internet, libres de copyright.

El Monte Perdido- 3.355 m de altitud- cumbre principal del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, es para mí la montaña más emblemática y significativa de la Cordillera Pirenaica. Es una montaña por la que siempre he sentido una atracción especial, y a la que siempre dirijo mis pasos cuando paso una temporada larga sin acercarme a los Pirineos. Ninguna como ella simboliza la grandeza de estas montañas, y al mismo tiempo, ninguna tiene una situación tan privilegiada, cabecera de la que parten, de forma radial, los más bellos valles de esta cordillera. Y me refiero a los cinco valles glaciares que, como una estrella, reparten las aguas que caen en este macizo en otras tantas direcciones: Gavarníe, Ordesa, Pineta, Escuaín y Añisclo, las joyas del Pirineo.

El glaciar de la Cara Norte



La montaña pirenaica no tiene la misma altitud que sus vecinos los Alpes, y por lo tanto aquí los glaciares son apenas un reducto de lo que fueron en épocas pretéritas. En los Pirineos, en la actualidad, solamente quedan restos glaciares en tres zonas concretas: Aneto-Maladeta, Monte Perdido y Vignemale. Y además, si los comparamos con lo que han sido apenas tres o cuatro décadas atrás, apenas son poco más que simples ventisqueros.
La primera vez que contemplé el glaciar de la Cara Norte del Monte Perdido fue el 31 de septiembre de 1976. Yo estaba en el valle de Ordesa. Llevaba un mes dando vueltas solo por el Pirineo, ascendiendo montañas, recorriendo valles. Me encontré con un amigo que me prestó unos crampones de correas y un piolet viejo con mango de madera, y me decidí a realizar esta ascensión. Así que subí caminando por el valle hasta el collado entre el Perdido y el Cilindro, desde allí descendí hacia la vertiente norte y subí al collado de Tucarroya. Desde ese collado la vista del glaciar de la cara norte es fantástica, era la primera vez que podía admirar una maravilla de ese estilo. El refugio-vivac de Tucarroya estaba en obras, lo estaban ampliando. Como era fin de semana los trabajadores habían bajado hasta Gavarníe, por lo que estaba sólo allí, con una despensa a mi disposición que parecía la cueva de Alí-Babá. Tenían hasta un jamón colgado; y yo que llevaba varias semanas sin comer apenas más que malos bocadillos... Os lo podéis imaginar: me puse las botas.
Al día siguiente, después de pasar la noche en el refu, me dirigí a la cara norte. Desde abajo, contemplar aquellos séracs de hielo en precario equilibrio era impresionante. Formaban una pared de hielo desplomada por la que era imposible escalar, así que tuve que acceder al glaciar intermedio por un estrecho corredor de hielo granulado que se abría en el borde izquierdo de aquella impresionante pared. Lo demás fue bastante sencillo, un impresionante recorrido glaciar tapizado de grietas abiertas que iba sorteando. Pude continuar sin quitarme los crampones hasta la misma cumbre del Perdido, desde el refugio de Tucarroya hasta la misma cumbre pisando hielo, sin quitarme los pinchos de las botas, ¡y a finales de verano!, algo totalmente impensable hoy en día. Me considero una persona muy afortunada por haber podido disfrutar de una ascensión así, y con un día increiblemente soleado, y además solo, sin ver absolutamente a nadie en los tres días que duró aquella experiencia.

La evolución del glaciar

En su día, en las postrimerías de la última glaciación, la cuenca situada entre las cumbres del Monte Perdido, Cilindro, Marboré y Astazous, era cabecera de un enorme glaciar que descendía hacia el sur por el valle de Pineta. Después progresivamente, en una época más reciente de la historia y a lo largo de cientos de años, el hielo de este glaciar ha ido disminuyendo de tamaño según el clima europeo se iba atemperando.


La imagen más antigua que he podido encontrar de esta montaña es esta fotografía tomada por el conocido pirineísta francés Lucien Briet en 1895. Como podéis ver en la imagen, aquí el primer frente rocoso casi no existe y la masa de hielo del glaciar pasaba por encima muriendo en la pendiente de acceso a la montaña.


En esta otra imagen, de la misma época, finales del siglo XIX, se aprecia mejor que en la anterior la amplitud de la masa de hielo. El glaciar superior está unido al intermedio y éste, aunque no se aprecia porque la lengua de hielo está cubierta de piedras, también está unido al inferior que ocupa la vaguada situada entre el lago de Marboré, en primer plano, y la pared norte del Monte Perdido.


En esta otra imagen lateral, tomada el 24 de agosto del año 1900, se aprecia mejor lo que he comentado en la anterior, cómo la cascada de séracs forma una lengua glaciar que se dirige hacia el valle.


En esta otra imagen- también de Lucien Briet- tomada a principios del siglo XX, se aprecia perfectamente la lengua glaciar que moría al borde del Balcón de Pineta.


En esta fantástica y bien conservada imagen de J. Soler i Santaló, tomada en 1910, el glaciar todavía conserva las mismas dimensiones que en la década anterior.


Diez años más tarde, en 1920, el glaciar superior y el intermedio continúan unidos y tienen las mismas dimensiones, sin embargo, ya se aprecia un cambio significativo en el tamaño de la lengua inferior.


En esta imagen- aunque más lateral- del pirineísta francés Jean M. Olivier sacada el mismo año, 1920, se aprecia mejor cómo la lengua del glaciar ha disminuido considerablemente de tamaño.


Y  en esta otra imagen del mismo fotógrafo, Jean M. Olivier, sacada en el verano de 1938, ya se aprecia un cambio sustancial. Han pasado dieciocho años desde la anterior imagen y la masa de hielo sólo tapa la primera barrera rocosa en su lado izquierdo. También se aprecia cómo la pequeña lengua de hielo que une el glaciar superior con el intermedio está disminuyendo.


Y esta foto la tomé desde el antiguo refugio-vivac de Tucarroya el 31 de septiembre 1976, el día de mi primera ascensión en solitario por esta vertiente. Aquel año, el glaciar inferior ya había desaparecido y en su lugar sólo quedaba un enorme campo de nieve que ocupaba todo el valle, pero eso ya no se podía considerar un glaciar. La lengua inferior de las imágenes anteriores también había desaparecido. A pesar de todo, y pensando que era a finales de verano, los glaciares intermedio y superior continuaban unidos y la masa de hielo seguía siendo espectacular.


Esta otra imagen la tomé al año siguiente, en julio de 1977, después de una fuerte nevada que homogeneizaba las formas y tapaba parcialmente el frente de hielo. Como podéis ver, para estar sacada la foto a mediados de verano, la masa de nieve y hielo continuaba siendo muy importante. Hoy en día hasta en pleno invierno es difícil conseguir una imagen similar.


Fue a partir de la década de los 80 cuando la masa de hielo empezó a disminuir de forma visible y espectacular, año tras año. Y no solamente por la disminución de la cantidad de nieve que cae sobre el Pirineo durante el invierno, sino por la disolución progresiva del hielo fósil debido al ascenso de la temperatura media del ambiente. Esta fotografía, de autor desconocido, está sacada en el año 2001 después de una nevada en la zona alta de la montaña.


En esta imagen de S. Hernando, año 2005, se ve cómo la capa de hielo de los glaciares superior e intermedio ha disminuido tanto de espesor que ya no forma, sobre los frentes de roca, la barrera de séracs que hemos conocido en años anteriores. Solamente en su lado izquierdo el glaciar mantiene todavía algo de grosor en el hielo.


En esta bella imagen frontal de Alfonso Pedrero, tomada en el verano del año 2008, se aprecia perfectamente la verdadera extensión y el grosor del hielo en la actualidad.


Y en esta otra imagen de Martin Elorza, sacada en junio del 2012, se aprecia mejor que en las anteriores que, tanto en el glaciar superior como el intermedio, el hielo sólo tiene algo de espesor en la zona izquierda de ambos. Las antiguas grietas profundas han desaparecido. Ahora es posible acceder al glaciar intermedio trepando por cualquier lugar del frente rocoso, pues en lugar de una pared de hielo nos encontramos simplemente con una capa de nieve dura (exceptuando únicamente el borde izquierdo).


Pero esta otra imagen tomada en octubre del mismo año, 2012, sacada de la página  miradoresdeordesa.com, nos muestra crudamente la realidad actual. Lo que antes llamábamos glaciar ha desaparecido, y se ha convertido en un simple ventisquero con apenas espesor de hielo. Y como podemos apreciar fácilmente, la mancha oscura situada en el centro del antiguo glaciar intermedio nos indica que en pocos años el hielo ahí va a desaparecer dividiendo el actual ventisquero en dos.
Era la crónica de una muerte anunciada. El hielo en nuestras montañas desaparecerá, inexorablemente y debido al cambio progresivo del clima, en un par de décadas. Afortunadamente todavía continuará nevando durante el invierno, y podremos seguir disfrutando, por lo menos durante unos meses al año, de las montañas que más nos gustan cubiertas de su nívea blancura.