domingo, 14 de abril de 2013

Cuevas de: Otxabide- Coventosa- Txomin IV

Iñaki Miró
Guía de Montaña, Escalada, Espeleología y Barranquismo.
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Semana Santa Cuevera en la 
Cordillera Cantábrica
Otxabide- Coventosa- Txomin IV


 Las fotografías que ilustran este reportaje son propiedad del autor, exceptuando algunas cedidas por los compañeros de la actividad y una, de las galerías de Otxabide, descargada de Internet, firmada por el espeleólogo Josu Granja.


El plan original que teníamos para esta Semana Santa era disfrutar de las cuevas y simas del macizo kárstico de Itxina, situado en el Parque Natural Gorbeia, en Bizkaia, donde en la actualidad se han conseguido conectar gran parte de los complejos subterráneos existentes hasta formar un gran sistema al que se ha denominado Itxinapeko Sarea y que tiene un desarrollo topografiado de 46 km y más de 300 m de profundidad, pasando a ser la cavidad más grande del Territorio Histórico de Bizkaia.


Salimos de Valencia el jueves un poco antes del mediodía y llegamos al pueblo de Areatza  bastante avanzada la tarde, con las últimas luces del día. En la imagen mis dos compañeros, a la izquierda Jaume Bru, de Elche, y Julio Germán, madrileño afincado en Altea.


Desde el pueblo cogimos la pista hormigonada de ocho kilómetros que sube hacia Pagomakurre, nuestro destino, y un poco antes de llegar encontramos este pequeño refugio, que aunque abierto, nos iba a solucionar la pernoctación. Y menos mal, porque de noche llovió a rabiar.


Lo primero que hicimos, casi antes de instalarnos, fue encender un fuego. La leña estaba húmeda, pero con una buena dosis de paciencia todo se consigue.


Y luego Julio nos preparó una cena caliente que vino bien para calentar el cuerpo.


Al anochecer, el espectáculo también fue digno de verse, mar de nubes por debajo y mar de nubes por arriba. Al fondo sobresalen los macizos rocosos de Eskubaratz y Aramotz, en la comarca bizkaitarra de Durangoaldea.


Por la mañana nos levantamos y las nubes, después de descargar durante la noche su buena dosis de agua, habían desaparecido. Sólo quedaban algunos retazos de niebla mañanera. En la imagen, la cumbre del Gorbea, la cruz en la lejanía y la ladera norte con los pocos restos de nieve que todavía quedaban.


Y por encima del bosque vemos también la ladera norte del macizo rocoso de Itxina, nuestro destino.


Después de recoger los sacos y desayunar en el refugio (al fondo), sacamos el material y nos preparamos.


A poco menos de dos kilómetros cuesta arriba se encuentra el aparcamiento de Pagomakurre, donde vamos a dejar el coche y empezar a caminar.


El camino de acceso desde Pagomakurre hasta el circo de Itxina es cómodo, discurre por el interior de un hayedo y está lo bastante pisado como para no tener pérdida.


Encontramos algunas hayas centenarias con el crecimiento anormal provocado por la tala de las ramas que, antiguamente, cada diez años realizaban los carboneros de bosque.


En algunos lugares del camino los trabajadores del parque han construido pequeños puentes para salvar arroyos o zonas muy embarradas.


Y una vez superado un pequeño contrafuerte rocoso llegamos a la altura de la base de la pared que cierra el circo de Itxina. En el interior del círculo rojo vemos la boca de la cueva de Otxabide, colgada sobre la pared a unos 30 m de altura.

El pozo de entrada de este gran complejo subterráneo tiene cerca de 150 m de desnivel, y es de grandes dimensiones.


Y en poco más de media hora caminando hemos llegado hasta la base de la pared. En la umbría de la cara norte se conservan pequeñas manchas de nieve que tenemos que atravesar.


El nombre completo de esta mítica cueva-sima es Otxabide Pagozabala Ganekoaxpea. La primera vez que fue explorada, en la década de los 60, los miembros del desaparecido GEV de la Diputación estuvieron acampados una semana en su interior, y topografiaron 6 km de galerías. En la actualidad, Otxabide es una boca más de un gran complejo subterráneo- Itxinapeko Sarea- al que se acaba de añadir la conexión a la cueva de Itxulegor al fondo del gran pozo Axlaor Trokea, sumando así 5 km más. El sistema suma así 46 km de desarrollo y más de 300 m de profundidad. En realidad, para que todo el subsuelo del circo de Itxina fuera un gran queso gruyere interconectado entre sí sólo faltaría unir al sistema la sima de Urrikobasoko Lezandi, que sumaría casi 5 km más.


Una cuerda fija en un estado un tanto dudoso nos ayuda a subir hasta la boca. Recuerdo que la primera vez que visité esta cavidad, hace unos treinta y cinco años, no existía esta ayuda. Por lo menos un miembro del grupo tenía que subir escalando y echar una cuerda al resto de sus compañeros. 


Mis dos compañeros en la boca de la cueva, formando un bonito contraluz. En este lugar también he vivaqueado en alguna ocasión.


Desde la cueva la vista sobre el valle es espectacular, y eso que los bosques de hayas todavía no han empezado a cubrirse de hojas.


Creo que hasta la primera vez que bajé este pozo sólo se había descendido con escalas electrón, porque había muy pocos spits empotrados en la roca y los roces de la cuerda eran muy peligrosos. Recuerdo que tuve que meter varios spits para poder bajar y subir con el sistema de cuerda única. Incluso había algunas clavijas de escalada emplazadas en la roca. 


En la actualidad, la primitiva línea de descenso instalada con spits ya no se usa, pues los miembros del GAES de Bilbao, el grupo espeleológico que explora todo el sistema de Itxina, ha emplazado una nueva línea de descenso con anclajes químicos de acero inoxidable, más seguros y duraderos.


Julio llegando a la gran repisa situada en la base del pozo de 45 m.


El autor, al final del pasamanos, instalando la cabecera del pozo de 72 m.


Caía mucha agua por el interior del pozo y el nivel de humedad de la sima era muy alto. A esta altura ya estamos bastante mojados; es bastante incómodo.


Jaume llegando a la base del gran pozo. Como podéis ver por el color de su ropa, ya estamos empapados.


Algunas de las fotos con las que ilustro el reportaje no corresponden a esta salida, sino que son de otras anteriores. Ésta además está escaneada de una diapositiva antigua, se nota en el color. Pero la pongo para que os hagáis una idea de las dimensiones de las galerías.


Las galerías inferiores de Otxabide se abren en varios pisos superpuestos, pero todas dan a parar al río.


Una cuerda fija instalada en la pared nos permite salvar sin dificultades una pequeña trepada de unos diez metros de desnivel. Traíamos cuerda para dejar aquí, pero no hizo falta.


Otxabide no es una cavidad muy concrecionada, exceptuando algunos rincones, por lo que cada vez que vemos alguna formación nos paramos a fotografiarla.


La galería que estamos recorriendo mantiene algunas pequeñas badinas inundadas que podemos sortear.


¡Vaya!, este rincón es verdaderamente excepcional.


Y Jaume aprovecha para posar entre un nido de estalactitas y estalagmitas.


Éste sí es un hermoso rincón. Detrás del agujero negro hay un pozo de unos 25 m que conecta con una galería inferior, aunque es posible destreparlo por una zona lateral de bloques.


En la que podemos encontrar esta estalagmita de grandes dimensiones.


Pero no descendemos por el pozo, sino que volvemos atrás y tratamos de llegar a la misma zona a través de una galería lateral de techo muy bajo que nos obliga a arrastrarnos por un suelo de tierra seca.


Esta zona es curiosa. Encontramos pequeñas estalagmitas en formación cristalizadas sobre un fondo de arena poco consistente, por lo que cuando estas formaciones cojan algo de peso acabarán hundiéndose.


En algunos lugares el techo es tan bajo que nos obliga a ir casi tumbados; pero el ánimo no decae.


Roca, arena, barro. Un punto de blancura entre tanta desnudez geológica.


Pero se nos ha olvidado el plano topográfico, y a pesar de que ésta será la novena o décima ocasión que visito esta cavidad, hay un punto en la zona cercana al río donde la red de pequeñas galerías es tan intrincada que no consigo encontrar el paso y tenemos que darnos media vuelta.


Descendemos la pequeña pared que antes habíamos ascendido. La cuerda está llena de barro y la maniobra se hace complicada.


Es algo impresionante ver estos enormes conductos subterráneos horadados por el agua circulando a presión en épocas pretéritas.


Bajamos hasta el río y allí aprovechamos para hacer un pequeño descanso y recuperar fuerzas.


El agua circula con más corriente de lo habitual, estamos en época de lluvias.


Y poco después decidimos regresar al pozo de la entrada por una galería diferente a la que hemos recorrido al inicio.


Éste es un ejemplo de una estalagmita de calcita formada sobre un suelo flojo de arena. Ya no es pequeña, pasa del medio metro de altura, pero el suelo es tan inestable que si la tocamos con la mano se cae.


Ya llevamos unas horas dentro y todavía nos queda el esfuerzo de la subida por la cuerda, cada uno cargado con una saca de material, que no es poco.


Y por fin llegamos al anclaje inicial del pozo. Ya sólo nos queda recoger la última tirada de cuerda, meterla en la saca y recorrer una corta galería hasta el exterior.


De vuelta en la boca de la cueva. Hemos estado dentro algo más de seis horas y salimos cansados, mojados y con bastante barro.


Llevábamos dos cuerdas de 100 m y algunas cuerdas pequeñas, además de material para instalar y bastante material personal. La comida la llevábamos "puesta".


Pues como decía estábamos bastante mojados, y al salir nos encontramos con la sorpresa de que el buen tiempo de la mañana había desaparecido y en su lugar una lluvia intensa volvía a hacer acto de presencia.


Además la temperatura había bajado bastante y el atardecer se nos presentaba frío, lluvioso e incómodo.


Así que bajamos al coche, nos cambiamos como pudimos debajo de la lluvia, cogimos el portante y nos marchamos al albergue que la Federación de Espeleología tiene en Ramales, Cantabria.


Donde después de darnos una buena ducha y poner a secar la ropa y el material empleado en la exploración de la cueva, nuestra amiga Rocío nos sirvió una maravillosa y apetitosa cena.


En la imagen el cordal montañoso que va desde el pico San Vicente- a la izquierda-, 957 m  de altitud, sobre el pueblo de Ramales, hasta los picos Mortillano- 1441 m- y Porracolina- 1414 m-, sobre Arredondo.
Los diferentes valles y macizos montañosos que forman el cauce alto del río Asón, en Cantabria principalmente, aunque también incluye el valle bizkaino de Karrantza, son el paraíso de los espeleólogos. En estas montañas se encuentran las mayores cavidades del Estado, como el sistema subterráneo del Mortillano, en Soba, con 114 km de desarrollo; el sistema Gándara, también en Soba, con 104 km; el sistema del Alto del Tejuelo, en Arredondo, con 95 km; el Sistema del río Silencio, en Rasines, con 60 km; y el sistema de los Cuatro Valles, repartido entre Ruesga, Voto y Solórzano, con 53 km. Las profundidades- alrededor de los 800 m- quizás no sean tan espectaculares como en los cercanos Picos de Europa, pero por contra aquí las cavidades, además de tener galerías y salas de dimensiones espectaculares- como las grandes galerías de Coventosa o la gigantesca sala de la Torca del Carlista, una de las más grandes del mundo-, están tapizadas de formaciones y son de una belleza sin parangón.


Por la mañana volvió a amanecer con el día cubierto y como estábamos cansados del día anterior decidimos darnos un día de descanso. El plan fue dar un paseo hasta la cascada que forma el nacimiento del río Asón y después visitar la cueva de Coventosa, que es sencilla de recorrer y además Julio no la conocía. El valle cabecera del río Asón tiene la forma perfecta en U que lo caracteriza como un antiguo valle glaciar.


Ya desde lejos pudimos observar que la cascada estaba en carga, lo propio con tanta lluvia como está cayendo estos días. El bosque de hayas todavía está con el color del invierno; está haciendo frío y las hojas no han empezado a brotar.


Dejamos el coche en una de las curvas del puerto y nos dirigimos caminando a la cascada. Aquí también encontramos hayas espectaculares.


Es todo un espectáculo contemplar este salto de 60 m de desnivel. El viento se lleva parte del agua, que empapa los árboles y las rocas de alrededor. A veces, si sale el sol, un arcoiris nos saluda desde mitad de la cascada. El volumen y el ruido que hace el agua al caer es sobrecogedor.


Y después volvimos atrás y subimos con el coche hasta la pequeña aldea cántabra de Asón, el punto de partida para visitar la cueva de Coventosa. Para variar la lluvia nos acompaña durante el acercamiento.


El camino es un bucólico sendero entre rocas, hayas y avellanos. Mis compañeros llevan la ropa todavía húmeda de Otxabide;  yo me he vestido de calle para visitar esta cueva.


 Y ésta, fotografiada desde el interior es la boca de la mítica cueva de Coventosa.


Topografía en planta y en alzado del sistema Cueto-Coventosa-Cuevera, las tres entradas conocidas de este complejo subterráneo que tiene ya más de 32 km de desarrollo y 815 m de profundidad.


La zona de las galerías de la entrada es fácil de encontrar, pero si queremos hacer el recorrido que tenemos previsto es necesario descender por la cuerda a una galería inferior. es un descenso cómodo de unos 15 m.


Julio está encantado, es la primera vez que visita esta cueva, a la que ya le tenía ganas.


Es una cavidad muy concrecionada, enseguida empezamos a encontrar formaciones espectaculares.


El camino para llegar hasta el río es sencillo, pero tiene varios pasamanos y alguna trepada en los que conviene ir con cuidado.


Normalmente los pasos complicados suelen estar instalados con cuerdas, más que nada pensando en la gente que sale cansada de la travesía desde la sima de Cueto. Pero esta vez nos encontramos con que faltaban tres cuerdas, que si no son esenciales y los pasos son destrepables, sí son bastante necesarias. Afortunadamente llevábamos una cuerda de unos 25 m para instalar.


Enseguida llegamos a los gours. De gran belleza,  están situados en un piso superior al río de Cuvera, y son alimentados por filtraciones y una cascada que, como una ducha continua, se mantiene durante todo el año.


Jaume se sienta sobre una colada para contemplar el espectáculo.


Y seguimos avanzando por la galería de los gours hasta un recodo donde ya no se puede avanzar más sin meterse al río. Además, con la lluvia intensa de estos días el río venía muy crecido y con corriente. En este rincón de la cueva brota un manantial permanente, por lo que es un buen lugar para descansar y tomar un tentenpié.


Después del descanso damos la vuelta para recorrer el camino en sentido inverso. Jaume en el pasamanos.


Y Julio saliendo del mismo pasamanos. Es un paso horizontal de unos tres metros con bastante caída por debajo. Hace años había un cable de acero,  pero la corrosión pudo con él.


Nos dirigimos hacia la sala de los Fantasmas, y para ello es necesario recorrer parte del camino de salida.


Pasamos al lado de la cuerda de 15 m, seguimos galería adelante, nos arrastramos por un paso de techo bajo y voilá, ya estamos en la sala-galería llamada de los Fantasmas.


En otros lugares a este tipo de formaciones estalagmíticas las llaman Penitentes.


La verdad es que, por muchas veces que visite esta cavidad y esta gigantesca galería, la forma tan particular que tienen estas formaciones nunca deja de sorprenderme.


Para Julio, la primera vez en esta cavidad, la visita tiene un valor añadido.


La facultad que tiene la Naturaleza de sorprendernos...


La belleza de momentos únicos y espectaculares.


Nos sentimos pequeños contemplando tanta maravilla.


La combinación de la gota de agua saturada de calcita, silenciosa y constante, y el paso de miles de años, son las creadoras de tanta belleza.


Las formas son tan diferentes y exuberantes como caprichosas.


Salimos de la sala de los Fantasmas y nos disponemos a recorrer otras galerías de la red de entrada de Coventosa.


Hacemos algunas trepadas y otros rápeles para acceder a lugares complicados.


Continuamos encontrando hermosas formaciones por todas partes.


Y hasta una "pintura rupestre" de algún artista moderno y desconocido. Dentro de 2000 años será una obra de arte, pero de momento no es más que la ocurrencia de algún idiota gracioso que mejor haría en aprender a respetar un entorno maravilloso que está ahí para nuestro disfrute, no para que lo manchemos. Y no es la primera cueva donde veo la firma de este "artista".


Después de cuatro horas y media de recorrer las galerías de Coventosa, en plan tranquilo, un paseo, salimos de nuevo al exterior. Para variar, llovizqueaba.


Lo bueno que tiene esta cueva es que el acercamiento es corto y cómodo. También es una de las razones por las que es una de las más conocidas y visitadas de estas montañas.


Estamos contentos, ha sido un día tranquilo, agradable y provechoso. Para recordar.


Recogemos los trastos y organizamos el coche como podemos; todo el material está mojado.


Y de vuelta al refugio-albergue de Ramales. Como es temprano vamos a prepararnos una comidita en el exterior, bajo techo. Aunque llueve no hace frío, pero dentro está todo tan "recién fregado" que nos da pena mancharlo.


Después de comer limpiamos y preparamos el material para la actividad del día siguiente. Afortunadamente ha dejado de llover, e incluso sale el sol durante algunos momentos.


El pueblo de Ramales está situado en una encrucijada de valles, donde el río Calera se une al Asón, bajo la vigilancia permanente del pico San Vicente, de 957 m de altitud.


La cara este del pico San Vicente es muy agreste; tiene un perfil espectacular.


Casi enfrente, al otro lado del valle, encontramos el impresionante cortado vertical que los lugareños llaman pared del Eco. Tiene más 200 m de desnivel. En el lado izquierdo podemos ver la boca de Cueva Mur.


Bastante cerca de Ramales, en las estribaciones de la Peña del Mazo- municipio karranzano de Bizkaia- se abren las dos bocas de la mina de galena denominada coto Txomin, hoy sin laboreo, abandonada. 


Subimos con el coche de Julio hasta donde nos lo permitió la pista, bastante cerca de la boca. Allí mismo sacamos el material y nos preparamos.


Como podéis ver en las imágenes, por fin el domingo ha salido un día espléndido. Al fondo podemos ver las cumbres aún nevadas de la Cordillera Cantábrica. La cumbre más elevada que vemos, en el centro un poco a la izquierda, es el Castro Valnera, de 1706 m de altitud.


Ésta es la boca superior de la mina Coto Txomin. La inferior, a no mucha distancia, está en la actualidad impracticable debido a un derrumbe del techo.


Aquí podéis ver la topografía en sección de la sima o "soplao" denominada Txomin IV. En su interior posee un impresionante pozo vertical de 235 m de profundidad, para bajar después hasta los 270 m. Pero nosotros no vamos a descender hasta el fondo. Nuestro interés es visitar y fotografiar las espectaculares formaciones de la Sala Blanca, situada a 174 m de profundidad.


Recorriendo las galerías de la mina.
Los mineros, al ir horadando galerías, se encontraron con casi una docena de espectaculares cavidades naturales en forma de enormes pozos verticales que llamaban "soplaos". Tienen la particularidad de, a pesar de sus grandes dimensiones, no tener salida al exterior, por lo que si no hubiera sido por el laboreo de mina jamás se habrían descubierto.


Hace muchos años, en la segunda o tercera ocasión que visité esta cavidad, pinté con un spray de color lila estas marcas en todas las intersecciones de la mina, desde el acceso de Txomin IV hasta el exterior. Todavía están, así que pueden servir de referencia a los espeleólogos.


En la mina habita una colonia más o menos permanente de murciélagos, probablemente de la especie Rinolofo Grande o Murciélago Grande de Herradura (Rhinolophus ferrumequinum).


El acceso al soplao de Txomin IV es un estrecho conducto por el que hay que arrastrarse, pero de pronto éste se abre y nos encontramos con un abismo vertical de dimensiones espectaculares y totalmente recubierto de coladas. A la izquierda se aprecia la negrura del pozo, una sima de 235 m de vertical absoluta.


Hace poco tiempo un grupo de espeleólogos que está trabajando en la zona instaló una línea nueva de spits para descender la sima, lo que es de agradecer porque la instalación antigua se colocó por lo menos hace 35 años y ya está un poco... precaria, aunque yo mismo la utilicé con otro grupo de amigos hace dos años.


Como soy el que conoce la cavidad voy por delante instalando.


Al principio hay un largo pasamanos para llegar hasta la vertical que nos permite evitar el gran pozo de 235 m  y llegar a la gran repisa intermedia desde donde se accede hasta la Sala Blanca, como podéis ver en la topografía.


Llevamos dos cuerdas de 100 m y una más corta de 20 m.


Al final del pasamanos un pozo vertical de unos 15 m nos permite descender a una repisa amplia y cómoda que se abre, a ambos lados, a las dos grandes verticales de la cavidad.


El último en bajar es Julio. Lleva la saca con la segunda cuerda de 100 m.


Aquí nos reagrupamos los tres. Un conducto entre dos paredes nos conduce al último pozo, de unos 110 m de vertical absoluta.


En esta cabecera volvemos a encontrar otro pasamanos, muy cómodo, antes de la rampa que nos lleva a la vertical.


Desde la cabecera inicial vamos bajando con la misma cuerda de 100 m. Todavía voy a bajar con ella hasta una repisa estrecha situada a unos 20 m por debajo de donde estamos, y desde allí instalaré la siguiente cuerda de 100 que llevo colgando en una saca.


Prácticamente desde la cabecera que se ve en la foto anterior la sima es absolutamente vertical y la línea nueva de spits nos mantiene cerca de la pared con seis o siete fraccionamientos. Desde el último, a unos 25 m de altura, descendemos en volado porque la sima se abre formando una gran sala.


Como referencia para los espeleólogos, desde la repisa estrecha situada unos 20 m por debajo de la cabecera en la que se me ve instando (dos fotos atrás), colocamos una cuerda de 100 m y con la comba de los fraccionamientos nos han sobrado como mucho un par de metros. Tenedlo en cuenta.


Jaume es el último en llegar. Aquí estamos a 130 m de profundidad respecto a la cabecera inicial. En realidad, lo en la topografía aparece como una gran repisa, aquí nos da la sensación de ser una gigantesca sala con el suelo tapizado de bloques, a un costado de la cual se abre otro abismo de unos 100 m hasta el fondo real del "soplao".


Entre los bloques y piedras del suelo aparece de tanto en tanto alguna estalagmita.


A un costado de la sala, entre bloques, encontramos el pozo de 15 m que nos permite descender, después de unos pasos estrechos entre más bloques, a la Sala Blanca.


Es una cabecera bastante estrecha y difícil de encontrar. He estado aquí por lo menos cinco veces, y siempre me cuesta encontrar este paso. Como referencia, se encuentra en una zona tapizada de coladas de color blanco.


Después del paso inicial, estrecho, el pozo se abre. Aquí también hay un fraccionamiento para evitar un roce. Conviene decir que, desde la cabecera inicial hasta aquí, hemos utilizado 23 chapas de spits con sus tornillos correspondientes.


Ad augusta per angosta, que decían en latín los romanos (a la gloria por el camino estrecho). Hay que destrepar entre bloques pasando por un par de lugares estrechos para llegar a la Sala Blanca.


Y por fin aquí estamos. No llevamos equipo (sólo un par de cámaras compactas) para hacer grandes fotografías de conjunto, pero sí hemos conseguido plasmar los detalles de las formaciones que por doquier cubren estas paredes. Espero que os gusten:


Finísimos hilos de aragonito que brotan del suelo y de las paredes creando rincones de espectacular belleza.


Estalagmitas de nívea blancura y de formas caprichosas.


Racimos de flores subterráneas que contemplamos ensimismados.


Caprichos que la Naturaleza ha creado para solaz de nuestros ojos.


Las formas más caprichosas que podáis imaginar.


También las más delicadas.


Suelos imposibles de imaginar.


Bellas transparencias a la luz de nuestras linternas.


Racimos excéntricos que crecen sobre las estalactitas.


Formas imposibles de describir.


Y el detalle de la gota de agua al final.


¡Qué delicadas filigranas de aragonito!


¡Qué sorprendentes formaciones!


Podríamos tirarnos horas admirando estos bellos rincones.


He visitado muchas cuevas y he encontrado formaciones increíbles, pero éstas son tan particulares que las hace únicas.


Además, hay tantas y son todas tan espectaculares que no sabes a dónde mirar y dónde fotografiar.


Es la sala de los grandes detalles.


Y quizás lo más sorprendente sea su nívea blancura.


La pureza y la blancura de los cristales.


Donde las maravillas son tan abundantes que las estalactitas que no están adornadas ya no nos dicen nada.


Con detalles impresionantes por todos los rincones.


Que no dejan de sorprendernos.


Y llega un momento en el que ver tantas maravillas sobrecoge.


Donde la estalactita más inocua sobrecoge por su belleza.


Y extrañas coladas cristalizadas que brotan por todas partes.


Y ésta es la misma colada de la imagen anterior, fotografiada con una luz y ángulo diferentes.


Y hasta estos extraños huevos sin yema que brotan del suelo.


Y de repente, una inesperada mancha de color entre tanta blancura.


Y un detalle fotografiado a poca distancia.


Las excéntricas más caprichosas.


Y los claroscuros.


Y nos despedimos del recorrido por esta espectacular Sala Blanca con una imagen que me sacaron hace un par de años que me gusta mucho, "mi momento".


Aquí el amigo Jaume con cara de circunstancias, saliendo del pozo de 15 m.


Y poco después, con paciencia, iniciamos la subida del pozo de 130 m.


Los spits son unos cáncamos roscados que introducimos en la roca a golpe de martillo y buril, en poco más de cinco minutos cada uno, sobre los que después sujetamos, con un tornillo, una chapa de duraluminio de la que colgamos mosquetones y cuerdas. Los spits parecen poca cosa, pero bien metidos aguantan no menos de 1500 kg. Afortunadamente no pesamos tanto.


El último que sube es Julio, que ha ido desinstalando hasta aquí toda la línea de cuerdas y anclajes. Desde esta repisa hasta arriba me toca a mí.


Y a Jaume, que ha subido el primero, le hemos encontrado tumbado a la bartola, medio dormido, esperándonos.


Poco después terminamos de instalar el segundo pasamanos y continuamos subiendo.


Julio se prepara para subir el último pozo con un par de sacas colgando. Jaume ya está arriba y yo me quedo el último, para terminar de desinstalar este pozo y el primer pasamanos. 


Y aquí estamos de nuevo, en la boca de la mina Coto Txomin, cansados pero contentos. Hemos estado dentro algo más de ocho horas de nuestra vida. Y con esta imagen despedimos el reportaje; espero que os haya gustado. Para mí ha sido un placer.